Escandaloso caso de denuncia de soborno remueve la famosa leyenda urbana sobre el costo de acallar o ensalzar a la prensa.
Juan Carlos Lezcano
En las últimas horas todos los centros noticiosos de nuestro país se hicieron eco de lo sucedido con el periodista Juan Carlos Lezcano del diario ABC Color, quien venía investigando un caso de licitación pública a favor de la empresa Security Service Technology SA y Bullers SA por un valor total de 140 mil millones de guaraníes. La mencionada empresa pertenece al ex diputado José Chamorro y se vinculó al diputado Dionisio Amarilla.
Según la denuncia, Lezcano fue intimado por la parte investigada quien recurrió a la señora María Luz Peña, esposa del productor Bruno Masi, a fin de que ésta le acerque el dinero en concepto de pago por su silencio, una suma total de 40 millones de guaraníes a cambio de su silencio. En una hábil jugada de Lezcano, los oferentes quedaron en evidencia y él como una persona honrada que defiende a capa y espada los preceptos del “cuarto poder”. Pero todo lo sucedido, me lleva a analizar mucho más allá del hecho en sí.
Recientemente también habíamos escuchado que conocidos periodistas habían sido acusados de recibir dinero por parte del ex director del Detave, ¿En concepto de qué? Eso no sabemos, pero algunos acabaron perdiendo sus trabajos. Con todo esto, se revive la “leyenda urbana” de que en verdad la prensa tampoco es tan impoluta como se intenta evidenciar, pues si hubo oferta o alguien se atrevió a llevar el dinero a Lezcano, me lleva a deducir que esta es una práctica muy común en nuestro medio.
Pero no sólo los periodistas están abocados a defender o enaltecer a sus “patrocinadores” de turno, sino que en muchos casos, el propio dueño del medio en el que trabaja, antepone sus intereses personales por encima del bien común, obligando al trabajador de la comunicación a que dispare según sus beneficios empresariales, políticos o civiles.
Y en el caso de Bruno Masi por ejemplo, recordamos que él siempre estuvo ligado al Gobierno, quien más quien menos recuerda esas propagandas institucionales con la voz del hombre de la tv enfatizando “Paraguay bien hecho”, e incluso, hace poco vimos algunas cápsulas que grabó él mismo a fin de dejar en evidencia a las personas que atacaban a Horacio Cartes.
Y justamente, el ex presidente es dueño de casi el 50% de los medios de comunicación de este país, mientras que el otro 50, se divide en varios grupos empresariales, y por supuesto, todos responden según sus intereses, sólo basta con comparar las tapas de los diarios y veremos estas grandes diferencias.
Exponiendo estos puntos en el tablero, me atrevo a decir que lo que se convirtió en un mito es la objetividad en la prensa paraguaya, manipulando a la opinión pública según el deseo del patrón y quien más quien menos, se somete a estos direccionamientos empujados por su deseo de llevar el pan de cada día a sus casas. No digo que esta práctica sea la ideal, pero a lo que quiero llegar es que la gente entienda que muchas veces esos grandes personajes que se las dan de intachables ante un micrófono o detrás de una pluma, puede que no reciba directamente un soborno o algún sobre de dinero, pero de igual forma, con su trabajo está demostrando su parcialidad a la hora de manejar la información, pues evidentemente, nadie se atrevería a patear su olla.
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